Tarek Mitri, viceprimer ministro del Líbano: «Israel quiere sacudir los cimientos de la existencia nacional palestina»

<p>El Gobierno libanés, liderado por el primer ministro Nawaf Salam, se reunió este viernes en Beirut para analizar el plan de desarme de Hizbulá presentado por el ejército local, que pretende que sus fuerzas controlen todo el territorio libanés. El proyecto ha reactivado la tensión sectaria en el Líbano ante el total rechazo de Hizbulá a entregar sus armas. La sesión gubernamental confirmó la crisis ante la retirada de los cinco ministros que representan a esa comunidad confesional. Según Mohamed Haidar, uno de los ministros de Hizbulá, «cualquier decisión que se adopte [en el Gobierno] sin la representación de la secta shía es inconstitucional».</p>

Seguir leyendo

 El ‘número dos’ de Nawaf Salam afirma que el Gobierno quiere desarmar a Hizbulá y recuperar todo el control del territorio, pero no descarta «alguna confrontación con el ejército»  

El Gobierno libanés, liderado por el primer ministro Nawaf Salam, se reunió este viernes en Beirut para analizar el plan de desarme de Hizbulá presentado por el ejército local, que pretende que sus fuerzas controlen todo el territorio libanés. El proyecto ha reactivado la tensión sectaria en el Líbano ante el total rechazo de Hizbulá a entregar sus armas. La sesión gubernamental confirmó la crisis ante la retirada de los cinco ministros que representan a esa comunidad confesional. Según Mohamed Haidar, uno de los ministros de Hizbulá, «cualquier decisión que se adopte [en el Gobierno] sin la representación de la secta shía es inconstitucional».

Politólogo, profesor universitario, autor de numerosos libros sobre la geopolítica de Oriente Próximo y ex ministro, Tarek Mitri es un veterano de los entresijos del poder libanés. Desde febrero ejerce como viceprimer ministro del Ejecutivo.

El Gobierno quiere que Hizbulá entregue sus armas. ¿Es este un proyecto viable?
Hemos usado constantemente la expresión «extender la autoridad del Estado sobre todo su territorio» y, más recientemente, aquella que dice «el Estado tiene que tener el monopolio de las armas». Fue la expresión que empleamos en nuestra declaración como Gobierno hace seis meses. No usamos la palabra «desarme» porque sugiere el uso de la fuerza. Entendemos que el ejército debería poder hacerlo de forma gradual pero sin enfrentarse militarmente a Hizbulá. El Gobierno se mantiene firme en este objetivo, incluso si el calendario no se respeta estrictamente, pero estamos decididos a que el ejército ejerza su control total sobre todo territorio del país.
Pero hace días, el nuevo secretario general de Hizbulá, Naim Qassem, vino a decir de forma tácita que cualquier acción en ese sentido provocaría una nueva «guerra civil».
No podemos descartar que si el ejército entra en una aldea para extender su autoridad, alguien pueda resistirse. Por lo tanto, no se puede excluir la posibilidad de una confrontación con el ejército. Pero queremos creer que esto es improbable y que tanto el ejército como Hezbolá se toman en serio su intención de evitarla.
¿Se encuentra el país en la misma dinámica que inició en 2006 y que casi desembocó en una confrontación sectaria generalizada en 2008, cuando las fuerzas de Hizbulá se enfrentaron violentamente a las aliadas del Gobierno en Beirut? En aquellas fechas todo comenzó también cuando el Gobierno intentó poner coto al poder del movimiento armado.
La situación ha cambiado desde entonces. Siria ya no es la Siria de antes. El apoyo político del que disfrutaba Hizbulá en el Líbano en esas fechas era mucho más importante que el que tiene ahora. Su fuerza militar era más importante y, además, tenía cierto poder en el Gobierno. Ahora ya no lo tienen. Por lo tanto, no compararía la situación actual con la de 2006, 2007 y 2008.
El proyecto de desarme de Hizbulá es una iniciativa promovida por Estados Unidos con el apoyo de la comunidad occidental, pero al mismo tiempo parece existir una especie de veto de esos mismos países al suministro de armamento moderno al ejército libanés, lo cual impide que sea una alternativa real para la defensa del país. ¿Es así?
No sólo eso. Se suponía que la comunidad internacional debía presionar a Israel para que cesara los ataques. Israel tenía que respetar el alto el fuego que aceptó bajo la mediación de Estados Unidos y Francia en noviembre del año pasado. Pero la comunidad internacional no es capaz de conseguir que lo haga. Es cierto que el ejército no puede acceder a muchos tipos de armas [modernas]. Washington ha prometido que ayudará al ejército pero es una promesa condicional. Dicen: «Si desarma a Hizbulá, le apoyaremos». Hasta ahora, su apoyo anual no llega a los 120 millones de dólares [el plan libanés para crear unas fuerzas armadas creíbles contempla un presupuesto de 1.000 millones de dólares durante 10 años].
Hizbulá les acusa de seguir un plan «de EEUU e Israel». ¿Qué opina sobre esto?
No es un plan israelí. A Israel lo único que le interesa es continuar haciendo lo que quiera en el Líbano. No quiere hacer ninguna concesión. ¿Somos débiles para contraatacar y expulsar a Israel del territorio libanés? Sí, por supuesto. Pero, ¿puede Hizbulá expulsar a Israel del territorio libanés? Tampoco. Somos conscientes de ello y, por lo tanto, estamos buscando una vía diplomática y política para presionar a Israel. No lo hemos conseguido, es cierto. Pero eso no debería impedir que también queramos restaurar el Estado en un país que se ha visto debilitado por diversas razones, no sólo por Hizbulá. Que el Líbano haya tenido dos ejércitos es una situación que la mayoría de los libaneses considera anormal. Y nos dicen: «Ustedes son un Gobierno reformista, un Gobierno que quiere restaurar el Estado, reconstruirlo. Una de las condiciones para reconstruir el Estado es tener autoridad sobre su territorio. Ningún Estado merece ese nombre si no es soberano».
Hace días, el enviado de Donald Trump a Oriente Próximo, Tom Barrack, dijo que Israel «tiene el deseo y la capacidad de quedarse» con el Líbano. ¿Qué opina de estas palabras? ¿Cree que ese es realmente el propósito de Tel Aviv?
Israel es un país dirigido por supremacistas y su principal objetivo es destruir al pueblo palestino. No sólo en Gaza, sino también en Cisjordania. Quieren sacudir los cimientos mismos de la existencia nacional palestina. Creo que ese es su principal objetivo. Su segundo objetivo es ser una fuerza dominante en la región. Pueden serlo porque tienen el control absoluto sobre el aire. Pueden bombardear cualquier lugar que quieran, sin resistencia, y están contentos con eso. No creo que tengan otro gran plan. El resto se trata solo de ejercer el dominio, de poder destruir y humillar. Existe esa visión mesiánica del Gran Israel de la derecha [israelí] -los sionistas religiosos-, pero no se ha traducido en un proyecto político. El proyecto político es anexionarse Cisjordania y destruir Gaza. Muchos diplomáticos que han hablado con Israel nos han dicho que a los israelíes no les importa el Líbano. Lo único que quieren es seguir teniendo libertad de acción en el Líbano: poder matar a cualquiera, en cualquier momento. Están contentos con eso. El plan de Estados Unidos [el que presentó Barack Obama] tiene una cláusula que dice que sólo será efectivo cuando sea aprobado oficialmente por el Líbano, Siria e Israel. Intentaron que Israel lo aprobara, pero no lo consiguieron. No parece que ese plan vaya a ninguna parte.
El sur del país ha quedado completamente arrasado. ¿Tiene el Líbano la capacidad para afrontar su reconstrucción?
No. Necesitamos ayuda internacional. Y la ayuda internacional está condicionada a que consigamos desarmar a Hizbulá.
Según se aprobó hace días en Naciones Unidas, los ‘cascos azules’ desplegados en el sur del país, de los que forma parte España, tendrán que retirarse a finales de 2026. ¿Están contentos con esa decisión?
La postura original estadounidense era iniciar la retirada a partir de mañana. Al menos ahora tenemos dos años y cuatro meses. Lo más importante es que la resolución actual habla de revisar esa decisión si es necesario. Eso abre una pequeña ventana en caso de que Unifil [las siglas de la misión de la ONU en el Líbano] sea necesaria más allá de finales de 2027. Los cascos azules son necesarios por muchísimas razones. El ejército necesita su apoyo técnico para realizar patrullas o detectar minas. Y su presencia también tiene un significado político. Es una forma de apoyo a la integridad del Líbano por parte de España, Francia, Alemania, Italia y muchos otros países europeos. Yo negocié la resolución 1701 [la que puso fin a la guerra de 2006] y estábamos entusiasmados por la presencia de varios países europeos. Lo entendimos como un posicionamiento político, no sólo como el envío de tropas. Hay una tercera razón. Necesitamos testigos. Una fuerza de observación que registre las violaciones israelíes. Alguien que presencie lo que ocurre y que sea imparcial.
Israel está impidiendo que la población fronteriza regrese a sus aldeas. Bombardea incluso la maquinaria que intenta rehabilitar la zona. ¿Ha creado, ‘de facto’, una zona tampón en el sur?
Si. Es un hecho. Pero las resoluciones de Naciones Unidas reconocen la integridad territorial libanesa. Todo el mundo tendrá que ser capaz de regresar a sus casas. Si Israel no lo acepta, estará violando todos los acuerdos internacionales. Aunque eso no le importa.
¿Y cuál es el significado de hablar sobre legalidad internacional en una era donde parece que ya carece de validez?
Carece de validez para Israel y sus amigos. Pero la opinión pública está cambiando. Hay encuestas de opinión que dicen que la mayoría del Partido Demócrata [de EEUU], tradicionalmente muy proisraelí, está en contra de lo que hace ese país en Gaza. Lo mismo ha pasado en Alemania o Francia. España fue pionera. Aunque ese cambio es muy lento.

 Internacional

Noticias Similares