Por qué todos quieren que los ucranianos ganen, pero nadie quiere luchar con ellos

<p class=»ue-c-article__paragraph»>Se la ha ridiculizado llamándola «la Coalición de la Espera», pero existe la sensación de que Europa no puede esperar mucho más. <strong>Veintiséis países «dispuestos» </strong>-aunque <strong>eludiendo el término «comprometidos»</strong>- es, inicialmente, un balance aceptable para una Europa que el año pasado creía que aislaría a Rusia y ahora teme perder a EEUU.</p>

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 Se ha hablado de un despliegue que duraría unos cinco años y que las tropas llegarían 72 horas después del alto el fuego, un lapso de tiempo demasiado ambicioso para los especialistas  

Se la ha ridiculizado llamándola «la Coalición de la Espera», pero existe la sensación de que Europa no puede esperar mucho más. Veintiséis países «dispuestos» -aunque eludiendo el término «comprometidos»– es, inicialmente, un balance aceptable para una Europa que el año pasado creía que aislaría a Rusia y ahora teme perder a EEUU.

Los peligros están en la mente de todos los líderes y sus electorados. El incentivo para ‘hacer algo’ es claro: Europa estará más segura si Rusia sigue teniendo delante a una Ucrania independiente con un ejército creíble. Y existe un riesgo significativo de que, tras el cese de las operaciones de combate a gran escala, Vladimir Putin continúe tratando de desestabilizar políticamente a Ucrania, presionarla y sentar las bases para una tercera guerra en términos tan desfavorables que conviertan Europa en el lugar peligroso en el que vivieron y murieron nuestros abuelos.

Formada a principios de marzo para establecer una misión militar en Ucrania en apoyo de un plan de paz que ponga fin a la invasión a gran escala de Rusia, a la ‘coalición’ siempre le ha faltado lo mismo: claridad. La buena noticia ahora es que hay más países a bordo de los que se esperaba. Es necesario apoyar al ejército ucraniano en el terreno y reconstituirlo, y que Rusia se vea disuadida para siguientes aventuras sangrientas, pero la ruta sigue siendo incierta.

Zelenski una vez lamentó que, aunque todos quieren que Ucrania gane a Rusia, nadie quiere pelear con Rusia salvo Ucrania. Putin sabe que, a día de hoy, seguimos en ese escenario. París y Londres enviaron un cuestionario en abril a todos los miembros, preguntándoles qué capacidades estaría dispuesto a desplegar su país en Ucrania. Como nunca ha estado claro qué aportaría cada uno, ni hasta dónde está dispuesto a llegar, tampoco se puede trazar un plan detallado de cómo de peligrosa o ambiciosa sería la misión.

Zelenski y Macron, al inicio de la rueda de prensa tras la cumbre de la Coalición de los Dispuestos, en el palacio  del Elíseo.
Zelenski y Macron, al inicio de la rueda de prensa tras la cumbre de la Coalición de los Dispuestos, en el palacio del Elíseo.Ludovic MARIN |Afp

Se ha hablado de un despliegue que duraría unos cinco años, llegando las tropas extranjeras a Ucrania unas 72 horas después de que se anuncie un alto el fuego total, un lapso de tiempo que les parece demasiado ambicioso a los especialistas. Lo que está claro es que no se acercarían a la zona de conflicto. Podría haber una zona de amortiguación alrededor de una línea de contacto congelada, tal vez vigilada por las Naciones Unidas (donde Rusia manda demasiado) seguida por una línea de soldados ucranianos. Detrás de ellos, bien lejos de cualquier frente, estaría la coalición de los dispuestos, que como vemos están mucho menos dispuestos que los ucranianos o los rusos.

La baza de Moscú es que la implicación es desigual. Ucrania se juega su supervivencia. Putin se juega su régimen. Y aunque la UE sabe que un desenlace desastroso de la guerra en Ucrania compromete su seguridad, en el corto plazo con el que trabajan los políticos la misión de paz puede parecer un problema mayor que la guerra misma. Sobre todo si las hostilidades vuelven y esta vez soldados de la OTAN están allí a la intemperie.

Algunos no están impresionados por esta nueva escenificación de la conjura europea por Ucrania. «Si hay un alto el fuego será necesaria más claridad«, explica por teléfono John Foreman, que fue agregado de Defensa del Reino Unido en Moscú y Kiev. Enumera las lagunas: cuántos países -está seguro de que no mandarán tropas los 26- cómo van equipados, cuál es su misión… «y sobre todo qué pasará si el alto el fuego se rompe«.

Una opción que se ha estado considerando es proteger infraestructuras críticas en el oeste de Ucrania. Creando por ejemplo una «zona segura» alrededor de Lviv para el aterrizaje de aviones. «No van a estar en el frente, eso supondría 100.000 tropas, esto no es Corea, estarían al oeste de Dnipro», destaca Foreman. «El problema es que el plan tiene que ser creíble. Si no, los rusos se reirán», añade.

Otra opción, tal vez compatible con lo anterior, es que los países europeos -con Canadá y Australia sumados a la coalición- se ocupen de asegurar «flancos» que han sido muy peligrosos en otras etapas de esta guerra: la frontera bielorrusa o alrededor de Odesa, lo que en este último caso implicaría un fuerte componente marítimo.

Algunos expertos más técnicos, como los analistas militares Jack Watling y Michael Kofman, han señalado que es la fuerza de voluntad, no la masa militar, la principal limitación de Europa para un despliegue en Ucrania. Ambos publicaron un análisis en marzo en ‘WarOnTheRocks’ explicando que, a pesar del vértigo, «no hay nada fantasioso en una misión europea en Ucrania», ya que no son necesarias tantas tropas como algunos pesimistas apuntan.

Los ámbitos más obvios de cara a un supuesto nuevo ataque ruso serían Kiev, Jarkov y Donetsk. Si las tropas occidentales se desplegasen en estas regiones «no como tropas de primera línea, sino como apoyo a las fuerzas ucranianas», entonces una dosis de fuerzas «relativamente pequeña puede ser suficiente para introducir riesgo en el cálculo ruso». Podrían bastar tres brigadas de combate o sus equivalentes: 15.000 o 20.000 efectivos en el país, con otros 30.000 o 40.000 necesarios para una rotación sostenida. El miedo de nuevo es qué pasaría si son atacadas. Pero el temor no puede ser la única inspiración. Watling y Kofman recuerdan que «esta guerra ha demostrado que la dispersión es altamente efectiva, al igual que el atrincheramiento, y la defensa aérea intercepta un porcentaje significativo de los ataques rusos».

Desde el principio, se partió de la premisa de que los europeos llevarían el peso principal en este despliegue, en concreto Reino Unido y Francia, los dos países europeos con armas nucleares. El canciller alemán ha evitado definirse hasta que el marco de la misión esté definido. Pero precisamente la falta de un plan definido sirve de pretexto para que casi nadie se ‘retrate’. La paradoja es que los países próximos a Ucrania tienen sus propias necesidades de defensa acuciantes por culpa de la propia guerra: Polonia y Finlandia no quieren enviar tropas, necesitan mantener intacta su disuasión. Y los países lejanos -como España o Italia- tienen menos motivación precisamente porque les cuesta visualizar el riesgo de no hacer nada ante un conflicto lejano.

«Europa no quiere luchar con Rusia por Ucrania, ése es el problema fundamental», resume Foreman, que vaticina que «no va a haber suficientes tropas para disuadir a Rusia y no hay compromiso para castigar a Rusia si rompen el alto el fuego». Europa puede ayudar, pero el desenlace dependerá una vez más de Ucrania.

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