<p>Hace dos años un gran incendio amenazó Portbou, un pueblo en la frontera mediterránea entre España y Francia, y al mismo tiempo que los Bomberos otro grupo numeroso iba de camino: eran corredores. Los 300 participantes de la Costa Brava Stage Run avanzaban hacia la meta sin saber que allí crecían las llamas. ¿Qué hacer con ellos? </p>
Cada fin de semana se disputan cientos de pruebas en España, dos de sus directores explican los placeres y sufrimientos de su montaje. «Queríamos salir del despacho», cuentan Vissi y Llorens, de BiFree, que el próximo domingo monta la Pyrenees Stage Run
Hace dos años un gran incendio amenazó Portbou, un pueblo en la frontera mediterránea entre España y Francia, y al mismo tiempo que los Bomberos otro grupo numeroso iba de camino: eran corredores. Los 300 participantes de la Costa Brava Stage Run avanzaban hacia la meta sin saber que allí crecían las llamas. ¿Qué hacer con ellos?
«Fue una situación peliaguda. El fuego empezó cuando ya estábamos en marcha y estuvimos valorando todas las opciones como los Bomberos, la Policía, la Guardia Civil… Podíamos parar la carrera, pero había que llevar a esos 300 corredores a un lugar seguro. Al final con las autoridades acordamos que lo mejor era dejar que acabaran el recorrido, que llegaran a Portbou y organizarnos desde allí», cuenta Jordi Vissi, uno de los responsables de BiFree, una de las muchas empresas organizadoras de carreras que hay en España. Detrás de los nervios en la salida y la alegría en la meta siempre hay alguien resolviendo los mil y un problemas que se generan alrededor.
«En otra de nuestras carreras, la Pyrenees Stage Run, también hace dos años, un corredor se rompió una pierna saliendo de Andorra, en un sitio sin cobertura, y nos puso a prueba. El helicóptero llegó en 15 minutos y eso nos demostró que teníamos un gran equipo, que estábamos preparados para cualquier cosa», añade Vissi que junto a su socio Tomás Llorens hace 10 años decidieron hacer el más difícil todavía. Lo suyo no es organizar una carrera y ya está: es organizar carreras de varios días, hasta de una semana.
Por ejemplo, del próximo domingo 31 de agosto al 6 de septiembre, los 150 participantes de la Pyrenees Stage Run cruzarán los 240 kilómetros -y más de 15.000 metros de desnivel- que separan Ribes de Freser, al lado de Ripoll, de Salardú, en el valle de Arán. Vissi, Llorens y su equipo se encargan del recorrido y los avituallamientos, pero también de cada cena y cada noche de hotel; está todo incluido.
- ¿Por qué se mete uno en el lío de organizar una carrera?
- Vissi. Nuestros padres fundaron un club de running en nuestro pueblo, en Blanes, y así nos conocimos. Luego los dos fuimos entrando a ayudar a organizar carreras en el propio pueblo y llegó un momento en el que necesitábamos un cambio. Queríamos salir del despacho. Yo había terminado una doble licenciatura de ADE y Economía y trabajaba en la gestoría familiar, pero cuando mis padres se quisieron jubilar les dije que no seguía con el negocio, que quería dedicarme al deporte.
Llorens. Yo siempre fui muy montañero y cuando acabé Biotecnología tuve la oportunidad de trabajar en un estudio sobre lagos. Pensé que podría combinar mi pasión y mi profesión, que recopilaría datos en los Pirineos, pero me pasé cuatro años haciendo mucho ordenador. Necesitaba salir al exterior y junto a Jordi vi la oportunidad.
En 2015 ambos decidieron imitar en casa el modelo de la Transalpine Run, la prueba por etapas más famosa del mundo. La idea era buena, nacía la Pyrenees Stage Run, nada podía fallar. Excepto lo más primordial: nadie se apuntó. «La primera edición fue un desastre total, nos pegamos un chasco, ni en nuestras peores pesadillas. Teníamos 150 plazas disponibles y sólo vinieron 23 corredores. Perdimos muchísimo dinero. Lo habíamos apostado todo al proyecto porque lo veíamos clarísimo, pero tuvimos un crecimiento muy progresivo. Hasta 2019 no llenamos y luego vino la pandemia. Por suerte eso ha cambiado. Para este 2025 las inscripciones de la Pyrenees duraron una hora y media y ya tenemos dos pruebas más en marcha», cuenta Vissi que reconoce que la tarea pendiente es convencer a los locales. La mayoría de inscritos a sus pruebas -un 92% este año- son extranjeros, mayoritariamente de otros países. En España no hay tradición de pruebas por etapas y, pese a que toda su publicidad es local, está costando hacer un hueco.
«Nos encantaría tener más gente de aquí, aunque no podemos crecer más. El límite desde la primera edición son 150 corredores porque es la máxima capacidad hotelera de algunos pueblos a los que vamos. Ya nos cuesta distribuir a todos los corredores entre varios negocios. Ahora nuestro reto ha cambiado: procuramos que la gente no se frustre porque no consigue una inscripción», cuenta Llorens, uno de los muchos valientes que se dedica a organizar carreras en España.
Deportes