<p>Su amigo <strong>Feliciano López</strong> descubrió en la ESPN que todo nació de un error. Antes de debutar en el US Open, <strong>Carlos Alcaraz</strong> se hizo un corte de pelo, no le gustó nada el resultado y sólo se le ocurrieron dos soluciones: raparse del todo o teñirlo de rubio platino. Al final su hermano <strong>Álvaro </strong>le pasó la máquina y así se presentó en el Grand Slam. Fue la sensación en Flushing Meadows. Otro colega, <strong>Frances Tiafoe</strong>, alucinaba. «Es horrible, horrible», decía el estadounidense. Pero al español le daba lo mismo. Apareció en la pista con su corte militar y, además, con una camiseta sin mangas. Nunca ganó un título de esa guisa, pero las supersticiones no son lo suyo, menos las opiniones de otros. </p>
Con el pelo rapado por error vence en primera ronda al estadounidense por 6-4, 7-5 y 6-4 y se enfrentará el miércoles a Bellucci
Su amigo Feliciano López descubrió en la ESPN que todo nació de un error. Antes de debutar en el US Open, Carlos Alcaraz se hizo un corte de pelo, no le gustó nada el resultado y sólo se le ocurrieron dos soluciones: raparse del todo o teñirlo de rubio platino. Al final su hermano Álvaro le pasó la máquina y así se presentó en el Grand Slam. Fue la sensación en Flushing Meadows. Otro colega, Frances Tiafoe, alucinaba. «Es horrible, horrible», decía el estadounidense. Pero al español le daba lo mismo. Apareció en la pista con su corte militar y, además, con una camiseta sin mangas. Nunca ganó un título de esa guisa, pero las supersticiones no son lo suyo, menos las opiniones de otros.
Como en cada ‘grande’, Alcaraz ya anda jugueteando con la historia, con la opción de levantar su sexto trofeo, con la posibilidad de recuperar el número uno del ranking ATP, y esta vez tantas expectativas son firmes. Si el año pasado llegó exhausto a Nueva York, esta vez llega fresco después de un verano en casa y con la confianza del reciente éxito en el Masters 1000 de Cincinnati.
Con su nuevo look o pese a él, en su estreno en el US Open ante Reilly Opelka, el español demostró que llega con la inercia que empuja a los campeones y venció por 6-4, 7-5 y 6-4 en dos horas y cinco minutos de juego. El sorteo del cuadro del pasado jueves gritaba peligro: Opelka, estadounidense, era uno de los peores rivales posibles, quizá el peor. Un tipo de 2,11 metros capaz de sacar desde el techo, con el apoyo del público local y recuperado de la peor lesión de su carrera, un tumor benigno en la cadera. Pero Alcaraz se encaramó a él sin arneses.
La estadística dice que nunca ha perdido en primera ronda en un Grand Slam (ya van 19) y este lunes no iba a descubrir la experiencia. Si antes en las primeras semanas de los ‘grandes’ solía despistarse y asomarse al abismo de la derrota, esta temporada ha dejado de hacerlo. En Roland Garros y en Wimbledon ya cumplió con el trabajo para alcanzar la final y en este US Open tiene el mismo convencimiento.
En su gestualidad ya no hay excesos: ni quejas ni tan siquiera celebraciones de más. Seriedad, mucha seriedad. Ante Opelka, Alcaraz no podía fallar y no falló. De hecho firmó una auténtica rareza: un set perfecto. Concentradísimo con su saque, afinado con todos sus golpes, en el primer periodo no concedió a Opelka ni uno de los 20 puntos que jugó al servicio. Si concedía una rotura se le podía complicar la noche y por eso no lo hizo. En todo el encuentro se le escaparon tres bolas de break -todas en el segundo set- que solucionó sin problemas.
Del otro lado, era difícil responder al bombardeo del yankee, pero Alcaraz lo hacía con variaciones en su resto, con puntería y con una velocidad vertiginosa. Queda como mejor punto suyo del partido un pasante cruzado a la carrera a final del tercer set que parecía imposible. En cada periodo logró un ‘break’ cuando lo necesitaba y así alcanzó segunda ronda, donde se enfrentará el miércoles a Mattia Bellucci.
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