Mar Flores ha estado callada en los últimos años. Alejada de titulares y de polémicas, se ha dedicado por completo a su mundo laboral, a la crianza de sus hijos, al cuidado de su familia y al círculo reducido de amigos que la acompañan siempre. Sus amistades no son muchas, pero sí muy leales. En los momentos de crisis, cuando parecía que todo se desmoronaba a su alrededor, esas personas estuvieron ahí, sosteniéndola en silencio, sin necesidad de grandes gestos públicos. Son amigas que rehúyen el foco mediático, que no buscan ser conocidas. Sin embargo, son perfectamente conscientes del daño que se le ha hecho a Mar a lo largo de los años. Y ese daño no vino solo de sus relaciones sentimentales, sino también de mujeres que, a diferencia de lo que ocurre con otras figuras públicas, jamás le perdonaron ciertos episodios amorosos o su estilo de vida. A ella se la criticó con dureza por aquello que en otros, sobre todo en hombres poderosos, era asumido con normalidad.
Incluso hubo un tiempo en que la presión se convirtió en auténtica campaña en su contra. Ocurrió desde la propia Casa de Alba, cuando se hizo público su noviazgo con Cayetano Martínez de Irujo. La Duquesa de Alba no veía con buenos ojos a Mar y puso todo tipo de impedimentos para que asistiera como pareja del conde de Salvatierra a la boda de Eugenia Martínez de Irujo con Francisco Rivera, celebrada en la catedral de Sevilla en septiembre de 1998. Pese a la oposición materna, Cayetano se impuso a la voluntad de la matriarca y, después del enlace, llevó a Mar al Palacio de Liria. Aquella aparición fue recordada en el tiempo: estaba espectacular.
Dentro de la iglesia, Mar se sentó sola, sin la compañía de su caballero, que ejercía de padrino y no podía estar a su lado. Aun así, su presencia no pasó desapercibida. Aparte de los novios y de Carmina Ordóñez, ella fue una de las protagonistas indiscutibles del evento. Resulta curioso recordar cómo aquellos mismos que la habían criticado sin piedad horas antes se rindieron ante su elegancia en la fiesta, cuando bailó con Cayetano y acaparó las miradas. Sin embargo, aquella relación, como tantas otras que marcaron su vida sentimental, no terminó bien. Las razones, probablemente, aparecerán en la biografía que publica, «Mar en calma», que verá la luz el 10 de septiembre. La expectación es máxima: por un lado, los que la quieren y conocen sus días oscuros, más abundantes de lo que la propia Mar ha reconocido públicamente; por otro, los que todavía no la perdonan por ser como es.
En este último grupo figuran hombres con infidelidades múltiples que, aun manteniendo matrimonios o relaciones supuestamente estables, la señalaron sin reparo. Y también mujeres que la apartaban de su círculo por miedo a que sus maridos poderosos se encapricharan de ella. Lo curioso es que muchas de esas críticas provenían precisamente de quienes vivían a la sombra de esos mismos hombres, en matrimonios de segundas o terceras oportunidades.
Volviendo a Cayetano, hay un detalle que aún hoy sorprende. Él supo enfrentarse a su madre en su momento, pero años más tarde no fue especialmente generoso en sus memorias. Le dedicó palabras duras, injustas, olvidando que la modelo lo había ayudado en momentos delicados, como ya había hecho con otros antes. Mar, fiel a su estilo, no respondió. Guardó silencio, como tantas veces.
El complot de Lequio
Durante esa etapa también se habló de otro «complot» en torno a Alessandro Lequio, otro de los hombres que pasaron por su vida. Nadie supo nunca quién movió los hilos, pero Mar lo pasó realmente mal. La presión fue tan grande que llegó a sufrir episodios de ansiedad y tuvo que ser ingresada. Aquella sensación de persecución y de ataques gratuitos se repetía una y otra vez, como ya le había sucedido con su primer marido, Carlo Costanzia. Él mismo se encargó de airear sus problemas comunes en televisión, acusándola de todos los males que él y su hijo habían sufrido. Olvidaba, quizá, que sus otros dos hijos –los que Mar no había criado– habían acabado en prisión.
Es significativo también cómo, en otra etapa de su vida, personajes influyentes del mundo del cine se le acercaron cuando Mar se convirtió en productora. Resultaba curioso ver cómo actores y actrices que antes apenas le prestaban atención se apresuraban entonces a elogiarla. Antes de esa faceta había rodado la película «Resultado final», dirigida por Juan Antonio Bardem. En ese estreno aparecieron algunos de los que formaban parte del grupo de «La Ceja» que apoyaron la campaña del PSOE con Zapatero. La crítica no fue buena pero tampoco importó mucho. ¿Quién financió esa película? Seguramente, en la biografía aparecerán ese nombre y otros muchos que hasta ahora formaban parte de la clandestinidad mediática.
Y llegó la calma…
En su vida apareció después, por segunda vez, Javier Merino. Ya habían sido novios en el pasado, pero en aquel entonces Mar no estaba preparada para una vida estable. Con él vivió dieciocho años de estabilidad, tranquilidad y una familia numerosa. Él nunca le pidió explicaciones sobre el pasado, jamás le echó en cara nada y siempre fue un hombre discreto, con cero ambición de convertirse en personaje mediático. Lo dijo él mismo cuando salió a la luz un problema suyo con Hacienda: «Si no fuera el marido de Mar Flores, a nadie le habría interesado el tema». Y tenía razón.
El final de aquel matrimonio, en 2016, fue inesperado. Muchos pensaron que había sido Mar quien había decidido separarse, pero no fue así. Ella misma quiso explicarlo a un grupo de periodistas de toda la vida. Lo hizo con sinceridad, sin disfraces ni medias verdades: «No ha sido decisión mía. Me caí y volví a empezar con los cinco hijos maravillosos que tengo. Mi matrimonio era una apuesta que no salió». Y así terminó una etapa que leeremos en sus esperadas memorias.
Su vida ha estado marcada por amantes no muy bien elegidos y por el injusto escrutinio de hombres y mujeres que la señalaban por vivir cómo quería. Ahora, cuenta su propia historia en sus memorias
Mar Floresha estado callada en los últimos años. Alejada de titulares y de polémicas, se ha dedicado por completo a su mundo laboral, a la crianza de sus hijos, al cuidado de su familia y al círculo reducido de amigos que la acompañan siempre. Sus amistades no son muchas, pero sí muy leales. En los momentos de crisis, cuando parecía que todo se desmoronaba a su alrededor, esas personas estuvieron ahí, sosteniéndola en silencio, sin necesidad de grandes gestos públicos. Son amigas que rehúyen el foco mediático, que no buscan ser conocidas. Sin embargo, son perfectamente conscientes del daño que se le ha hecho a Mar a lo largo de los años. Y ese daño no vino solo de sus relaciones sentimentales, sino también de mujeres que, a diferencia de lo que ocurre con otras figuras públicas, jamás le perdonaron ciertos episodios amorosos o su estilo de vida. A ella se la criticó con dureza por aquello que en otros, sobre todo en hombres poderosos, era asumido con normalidad.
Incluso hubo un tiempo en que la presión se convirtió en auténtica campaña en su contra. Ocurrió desde la propia Casa de Alba, cuando se hizo público su noviazgo con Cayetano Martínez de Irujo.La Duquesa de Alba no veía con buenos ojos a Mar y puso todo tipo de impedimentos para que asistiera como pareja del conde de Salvatierra a la boda de Eugenia Martínez de Irujo con Francisco Rivera, celebrada en la catedral de Sevilla en septiembre de 1998. Pese a la oposición materna, Cayetano se impuso a la voluntad de la matriarca y, después del enlace, llevó a Mar al Palacio de Liria. Aquella aparición fue recordada en el tiempo: estaba espectacular.

Dentro de la iglesia, Mar se sentó sola, sin la compañía de su caballero, que ejercía de padrino y no podía estar a su lado. Aun así, su presencia no pasó desapercibida. Aparte de los novios y de Carmina Ordóñez, ella fue una de las protagonistas indiscutibles del evento. Resulta curioso recordar cómo aquellos mismos que la habían criticado sin piedad horas antes se rindieron ante su elegancia en la fiesta, cuando bailó con Cayetano y acaparó las miradas. Sin embargo, aquella relación, como tantas otras que marcaron su vida sentimental, no terminó bien. Las razones, probablemente, aparecerán en la biografía que publica, «Mar en calma», que verá la luz el 10 de septiembre. La expectación es máxima: por un lado, los que la quieren y conocen sus días oscuros, más abundantes de lo que la propia Mar ha reconocido públicamente; por otro, los que todavía no la perdonan por ser como es.
En este último grupo figuran hombres con infidelidades múltiples que, aun manteniendo matrimonios o relaciones supuestamente estables, la señalaron sin reparo. Y también mujeres que la apartaban de su círculo por miedo a que sus maridos poderosos se encapricharan de ella. Lo curioso es que muchas de esas críticas provenían precisamente de quienes vivían a la sombra de esos mismos hombres, en matrimonios de segundas o terceras oportunidades.
Volviendo a Cayetano, hay un detalle que aún hoy sorprende. Él supo enfrentarse a su madre en su momento, pero años más tarde no fue especialmente generoso en sus memorias. Le dedicó palabras duras, injustas, olvidando que la modelo lo había ayudado en momentos delicados, como ya había hecho con otros antes. Mar, fiel a su estilo, no respondió. Guardó silencio, como tantas veces.
El complot de Lequio
Durante esa etapa también se habló de otro «complot» en torno a Alessandro Lequio, otro de los hombres que pasaron por su vida. Nadie supo nunca quién movió los hilos, pero Mar lo pasó realmente mal. La presión fue tan grande que llegó a sufrir episodios de ansiedad y tuvo que ser ingresada. Aquella sensación de persecución y de ataques gratuitos se repetía una y otra vez, como ya le había sucedido con su primer marido, Carlo Costanzia. Él mismo se encargó de airear sus problemas comunes en televisión, acusándola de todos los males que él y su hijo habían sufrido. Olvidaba, quizá, que sus otros dos hijos –los que Mar no había criado– habían acabado en prisión.

Es significativo también cómo, en otra etapa de su vida, personajes influyentes del mundo del cine se le acercaron cuando Mar se convirtió en productora. Resultaba curioso ver cómo actores y actrices que antes apenas le prestaban atención se apresuraban entonces a elogiarla. Antes de esa faceta había rodado la película «Resultado final», dirigida por Juan Antonio Bardem. En ese estreno aparecieron algunos de los que formaban parte del grupo de «La Ceja» que apoyaron la campaña del PSOE con Zapatero. La crítica no fue buena pero tampoco importó mucho. ¿Quién financió esa película? Seguramente, en la biografía aparecerán ese nombre y otros muchos que hasta ahora formaban parte de la clandestinidad mediática.
Y llegó la calma…
En su vida apareció después, por segunda vez, Javier Merino. Ya habían sido novios en el pasado, pero en aquel entonces Mar no estaba preparada para una vida estable. Con él vivió dieciocho años de estabilidad, tranquilidad y una familia numerosa. Él nunca le pidió explicaciones sobre el pasado, jamás le echó en cara nada y siempre fue un hombre discreto, con cero ambición de convertirse en personaje mediático. Lo dijo él mismo cuando salió a la luz un problema suyo con Hacienda: «Si no fuera el marido de Mar Flores, a nadie le habría interesado el tema». Y tenía razón.
El final de aquel matrimonio, en 2016, fue inesperado. Muchos pensaron que había sido Mar quien había decidido separarse, pero no fue así. Ella misma quiso explicarlo a un grupo de periodistas de toda la vida. Lo hizo con sinceridad, sin disfraces ni medias verdades: «No ha sido decisión mía. Me caí y volví a empezar con los cinco hijos maravillosos que tengo. Mi matrimonio era una apuesta que no salió». Y así terminó una etapa que leeremos en sus esperadas memorias.
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